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Las empresas familiares de servicios profesionales

“El problema que yo tengo, y que no puedo resolver, es que quiero ser justo con mis hijos y no tengo manera de resolverlo”, me dijo Rodolfo en la primera conversación a la que me convocó para ver si lo podía ayudar.

Él tiene setenta y cinco años, dos hijos y un hijo, y está divorciado de la madre de ellos.  Convive desde hace veintidós años con Carolina, que tiene sesenta y dos años y una hija de su primer matrimonio.

Rodolfo es titular de un estudio jurídico muy prestigioso de la ciudad de Mendoza, que desde hace cuarenta años, cuando él lo fundó, sostiene una cartera de clientes que es numerosa y muy importante, y que genera ingresos que permitieron construir un patrimonio grande, compuesto fundamentalmente por inversiones inmobiliarias y financieras, más un pequeña finca vitivinícola que en la última década consiguió posicionar sus vinos en un segmento de mercados de altos ingresos, lo que la hizo rentable después de mucho tiempo.

Josefina, la hija menor de Rodolfo, tiene treinta y siete años, es abogada, y trabaja con su padre desde que se recibió, y es hoy quien lleva la gestión del estudio, tanto en lo organizativo, administrativo como en lo profesional, siendo muy reconocida en este último aspecto.  Valeria, la hija del medio, tiene treinta y nueve años y junto con su marido han desarrollado una empresa de catering con la que les va muy bien.  Rodolfito, el hijo mayor, tiene cuarenta y dos años y es dueño de una agencia de compra y venta de autos usados en el interior de la provincia.

Rodolfo está pensando en planificar la distribución de su patrimonio ya que piensa retirarse y ocuparse solo de los viñedos, que son una de sus pasiones, y se encuentra frente al dilema de que el componente más valioso, y el mayor generador de ingresos, es el estudio jurídico que solo su hija Josefina está en condiciones de continuar, ya que es la única con condiciones y vocación entre sus descendientes.

Cuando la actividad de la empresa familiar es la prestación de un servicio profesional en cabeza de una persona: médico, contador, arquitecto, ingeniero; se presentan condiciones que hacen muy compleja la planificación sucesoria:

Los fundadores, profesionales en alguna disciplina, no se ven a sí mismos como empresarios porque no conciben a su práctica como un negocio.

La continuidad de la operación de la empresa depende, casi siempre, de que un familiar tenga el título habilitante que le permita prestar los servicios, porque si no hay que recurrir a un profesional ajeno a la familia, con todo lo que eso trae aparejado en términos de confianza y control del poder.

El prestigio profesional, que es el componente más importante, y el menos tangible, del valor de la empresa, es consecuencia y está asociado a una persona y, muchas veces a un apellido, haciendo difícil su transferencia por la sola voluntad de hacerlo.

El valor patrimonial de la empresa es difícil de determinar sin utilizar métodos de valuación que generen divergencias en el seno de la familia al momento de acordar la distribución del patrimonio.

La cultura de la familia está construida sobre la idea de que la empresa de servicios profesionales es más una habilidad de quien la lidera que un componente del patrimonio familiar.

Las posibilidades de vender la empresa son bajas, complejas e implica una importante pérdida de valor patrimonial, ya que en general se aprecia una cartera de clientes y no un estudio profesional funcionando.

La falta de un continuador/sucesor, o la falta de acuerdo respecto de la distribución patrimonial, termina con la transformación, la división o el cierre del estudio profesional original, poniendo fin a la historia de la empresa.

Las alternativas que tienen las familias empresarias como las de Rodolfo, dependen mucho más de la calidad de las relaciones entre los familiares que de los recursos legales y de organización empresarial disponibles.  Si la familia tiene espacios de conversación constructiva y generosa, podrá construirse un acuerdo que contemple distintos aspectos:

La vocación de los hermanos por ser socios futuros en la empresa de servicios profesionales que fundó su padre.

La comprensión de que la administración y la operación solo podrán quedar a cargo del hermano o hermana que tenga la misma profesión del padre, y que los roles de propietarios restringen los derechos y, por lo tanto, habrá asimetría de poder y de remuneración.

La consideración de una distribución de la herencia en la que la empresa de servicios profesionales quede para la hija profesional, y los otros componentes del patrimonio se distribuyan entre los otros dos, compensando las diferencias en caso de existir.

Rodolfo tiene en sus manos la posibilidad de resolverlo.  Él está vivo, y por lo tanto no hay intervención de terceros ni decisiones judiciales a cargo de un juez.  Tiene la posibilidad de conversar con sus hijos para que su decisión contemple sus deseos y vocaciones, y evite ser considerada como arbitraria.

Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional

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